UNA SELECCIÓN DE MIS RELATOS MAS ATREVIDOS

lunes, 2 de septiembre de 2013

EXTRAÑOS EN CASA







La casa debía haber estado vacía.
Ted y su socio, Angus, habían estado meses planificando aquel golpe y, tras tantear las casas de aquella lujosa urbanización, habían escogido aquella cuyos dueños se iban de la ciudad y estarían fuera todo el fin de semana, dejando aquella casa a su merced, ya que Ted era un experto en desconectar alarma –estuvo mucho tiempo trabajando en una empresa de seguridad instalando alarmas como esa –y, sobre todo, forzar puertas.
Así que, aquella noche se introdujeron en la casa y lograron un muy suculento botín. Angus abrió la caja fuerte, su especialidad, mientras que Ted se hacía con un buen lote compuesto de joyas, piezas de oro y cuberterías de plata.
Al final, llenaron dos bolsas de viaje de color negro con todo lo que había conseguido Ted y los fajos de billetes de 500 euros que había dentro de la caja fuerte.
– No se nos ha dado mal la noche –dijo Ted satisfecho mientras cogía una de las pesadas bolsas y se la cargaba al hombro.
Angus se cargó la otra bolsa y los dos se dispusieron a irse.
Pero, en esos momentos, un ruido proveniente del piso de arriba llamó la atención de los dos ladrones, que dejaron las bolsas en el suelo y corrieron escaleras arriba hacia el lugar donde había provenido el ruido. Los dos se colocaron junto a la puerta del dormitorio de la hija mayor, el cual no habían revisado creyendo que no había nada de valor en él. Otro ruido salió de dentro de esa habitación.
Maldiciéndose entre dientes, Ted sacó su pistola y se bajó el pasamontañas hasta cubrir todo su rostro y Angus hizo lo mismo con el suyo; era vital que nadie les viera la cara. Ted dio una patada a la puerta y los dos irrumpieron en la habitación.
La sorpresa de ambos fue general al encontrar dentro, sentada en la cama, a una preciosa joven. Era rubia, con sus largos y dorados cabellos recogidos en dos coletas, su piel era color marfil y no era muy alta, pero poseía un cuerpo escultural y voluptuoso que lucía con su indumentaria, compuesta por una falda muy corta de color blanco y una ajustada y escotada blusa de color rosa.






La chica los miró a los dos aterrada y su miedo aumentó cuando Ted la encañonó con la pistola.
– ¿Que haces aquí? –le preguntó bruscamente.
– Solo me escondía... –dijo la joven entre sollozos –. Estaba viendo la tele cuando os oí entrar...
– ¿Por que estás aquí? ¿Deberías estar de viaje con tu familia?
– Estoy castigada... Mis padres me encontraron un paquete de tabaco en el bolso y me obligaron a quedarme aquí...
– ¿Hay alguien mas en la casa?
– No. Estoy completamente sola... Los criados no viven aquí y mis padres me prohibieron expresamente no traer a nadie...
Ted se quedó completamente en silencio con la mirada fija en la chica mientras la seguía encañonando con la pistola. La chica estaba cada vez mas aterrada, todo su cuerpo temblaba y sus ojos se humedecían cada vez mas.
– Por favor... No me hagan daño... Llévense lo que quieran y váyanse... No le diré nada a la policía... Ni tan siquiera les he visto las caras...
– Seguro que esa zorra llama a la poli en cuanto nos vayamos –dijo Angus –. Déjala K.O. con la culata de la pistola; para cuando despierte ya estaremos muy lejos.
Ted no le hizo caso y con los ojos fijos en la chica. Pronto, un perverso pensamiento se cruzó por su cabeza y una maliciosa sonrisa se dibujó en su rostro debajo del pasamontañas. Aunque no podía verla, la joven pareció sentirla y su piel se erizó.
Él era un ladrón, no un violador, y no era de los que retrasaban un trabajo por pasar un buen rato en compañía femenina. Pero siempre había sentido un cierto odio y desprecio por las niñas ricas. Esas niñatas prepotentes que se pasean por la vida creyéndose que el mundo es suyo mientras viven en sus castillos de azúcar creyendo que el mundo es colo de rosa.
Solo le bastó echar una ojeada a ese dormitorio con las paredes pintadas de rosa y adornadas con posters de Justin Biever y el protagonista de Crepúsculo para saber que estaba ante una de esas zorras. La de veces que le habría dicho a su madre que se iba a quedar a dormir en casa de una amiga cuando, en realidad, lo que pensaba hacer es ir a un bar de mala muerte vestida de zorrón para liarse con el primero que la invitase a una copa.
La de veces que había deseado coger a una de ellas y darle una buena lección. Y, precisamente, en esos momentos tenía a una de ellas a su total merced. Era una oportunidad demasiado jugosa para dejarla escapar.
– Por favor, tío –dijo Angus fastidioso adivinando las intenciones de su socio –. Yo también lo estoy deseando, pero tenemos que irnos ya.
– ¿Para que tanta prisa, amigo? –dijo Ted con una voz maliciosa –. Todavía queda mucha noche por delante...
Guardó la pistola en la parte trasera del cinturón y se acercó mas a la chica, a la que cogió del cuello. Ted parecía un gigante al lado de ella y su mano era tan fuerte y el cuello de la joven tan delicado que, de haber querido, lo hubiera roto como una rama seca con un solo movimiento de sus dedos.
La chica, con los ojos muy abiertos, se quedó completamente paralizada.
– Voy a dejar las cosas claras, pequeña. Esto va a ocurrir, quieras o no. Te aconsejo que seas buena y hagas todo lo que te digamos y esto será para ti menos doloroso y podrás contarlo mañana a tus amigas. De lo contrario –volvió a sacar la pistola con su mano libre y la encañonó de nuevo –, cuando tus padres regresen encontrarán el cadáver de su niñita aquí mismo con una bala en la cabeza después de haber pasado la noche mas dolorosa y repugnante de su vida ¿Entendido...?
La chica asintió con la cabeza.
Ted la soltó, retrocedió un par de pasos y se bajó la cremallera del pantalón.
Los ojos de la joven se abrieron como platos al ver la empalmada verga del tipo aparecer ante ella y acercarse cada vez mas a su cara y su boca.
Ella empezó a retirarse, pero él la volvió a encañonar con la pistola.
– Ya sabes lo que tienes que hacer, preciosa –amartilló el arma –. Y cuidadito con lo que haces...
Resignada, la chica agarró el miembro y se lo metió en la boca, la cual puso a trabajar para darle aquel tipo lo que deseaba. Bajo el pasamontañas, una amplia sonrisa de satisfacción se dibujó en el rostro de Ted.
– Eso es, pequeña... –dijo mientras gozaba –. Se nota que sabes lo que haces... Algo me dice que ya lo has hecho mas veces... Seguro que en el instituto ya se la has chupado a mas de uno... Al capitán del equipo de fútbol... o al delegado de la clase... Y hasta puede que se lo hayas hecho a algún profesor para que te subiera la nota...
No muy lejos de allí, cerca de la puerta, Angus comtemplaba la escena. Ted giró la cabeza para mirarle con una sonrisa de complicidad.
– Vamos, tío. No sabes lo que te estás perdiendo.
No estaba muy de acuerdo en que su socio pusiera en peligro aquel trabajo por tirarse a una niña pija pero, ya que no podía evitarlo, no dudó en unirse a la fiesta, ya que, al igual que su amigo, también había deseado follarse a esa zorrita nada mas verla.
Finalmente, se encaminó hacia la cama y se puso junto a Ted. Agarró una de las suaves manos de la chica por la muñeca y la colocó sobre su paquete.
La joven pareció adivinar lo que quería y enseguida empezó a acariciar el enorme y duro bulto por encima del pantalón antes de bajarle la cremallera y sacar su verga, la cual empezó a masturbar.
– ¡Esta zorra aprende rápido!
– Si –dijo Ted –. Estas niñatas van de recatadas, pero en realidad son unas zorras...
La joven continuó chupándosela a Ted mientras masturbaba a Angus. Después fue la verga de Angus la que se metió en la boca mientras masturbaba la de Ted. Y así se las fue turnando durante un rato.

Ted y Angus, con sus vergas aún de fuera, empalmadas y cubiertas de la saliva de la chica, retrocedieron unos pasos.
– Vamos, nena –dijo Ted a la chica haciéndole una señal con la pistola –. Ponte un poco mas cómoda...
La joven captó el mensaje y, arrodillada en el centro de la cama, se despojó de la falda y la blusa, quedándose en un sexy conjunto de ropa interior rosa que también se quitó. La joven, vestida, era todo un regalo para la vista, pero desnuda era una auténtica diosa.
Los dos hombres también se quitaron la ropa militar negra que llevaban puesta y se quedaron con los pasamontañas como única indumentaria. Ambos eran tipos fuertes y de constitución atlética y musculosa. Su piel era blanca, pero estaba muy bronceada.
Ted fue el primero que se acercó a la chica. La agarró con fuerza y empezó a sobarla por todos lados; poniendo especial atención a sus tetas, bastante grandes para una chica de su edad, las cuales toqueteo y degustó todo lo que quiso. También la besó en los labios –puesto que el pasamontañas dejaba la boca al descubierto –y recorrió el cuello de la muchacha con su lengua.
Acto seguido, la tumbó sobre la cama boca arriba de forma atravesada y agarró con fuerza sus muslos, separando mucho sus piernas. La chica gimió cuando sintió la dura verga del tipo penetrándola y una larga sucesión de gemidos y jadeos se sucedieron inundando la habitación.
Ted soltó unas carcajadas mientras la embestía.
– Te lo dije, tío. A esta zorra ya la han estrenado...
Angus, mientras, había contemplado la escena masturbándose. Pero ya no podía mas y rodeó la cama hasta colocarse frente a la cabeza de la chica, la cual agarró con sus fuertes manos obligándola a chupársela de nuevo. Después alargó sus manos y empezó a acariciarle las tetas.
Tras un largo rato, le tocó el turno a Angus y, mientras este la embestía, Ted se subió a la cama para poder meter su verga entre las tetas de la joven y masturbarse con ellas.

Mas tarde, Ted obligó a la joven a colocarse boca abajo mientras él se ponía detrás de ella y agarraba con fuerza su culo con ambas manos. La chica abrió mucho los ojos y soltó un enorme alarido al sentir aquella cosa enorme y dura perforando su ano.
– Parece que de esta parte todavía era virgen –dijo Ted tras soltar unas fuertes carcajadas de nuevo. Luego miró a su socio –. No veas lo estrecho que lo tiene. Esto es un gustazo...
Angus, que contemplaba la escena al lado de su socio, sonrió de una forma diabólica y, tras esperar un rato, ya no pudo mas.
– ¡Yo también quiero! ¡Yo también quiero!
Ted le indicó que esperara un poco. Entonces sacó su verga del culo de la joven y la obligó a levantarse de la cama y se la entregó a su socio indicándole que la tuviera en todo momento sujeta y evitara que escapase. Luego se tumbó en la cama boca arriba y le indicó a Angus que le colocara a la chica encima. Angus le hizo caso, puso a la chica encima de él, sentándola sobre su verga. Después, se subió a la cama y se puso encima de la chica enculándola.
Los gemidos de la joven inundaron volvieron a inundar toda la habitación mientras los dos hombres la penetraban a la vez.

Todo terminó con la chica tumbada en la cama boca arriba, exhausta y con el cuerpo empapado en sudor. A ambos lados de la cama se encontraban de píe los dos hombres, también sudorosos, encañonando a la joven con sus duras y palpitantes vergas a punto de erupcionar.
Finalmente, ambas vergas estallaron casi a la vez cubriendo casi por completo a la joven de leche caliente.
También exhaustos, los dos hombres cayeron al suelo entre jadeos.
Ted se recostó en el enmoquetado suelo mientras Angus se ponían en píe trabajosamente y, tambaleándose, se encaminó hacia donde estaba su ropa tirada en el suelo.
– Has estado genial, preciosa... –dijo Ted entre jadeos mientras estaba tumbado en el suelo boca arriba con sus brazos en cruz –. Nos gustaría pasar mas tiempo contigo... pero tenemos que irnos ya... Y no te preocupes... que nos largaremos bien lejos... No nos queda otra... ahora que hemos añadido la violación a nuestra lista de delitos... Y pederastia también porque... ¿que edad tienes...? 15...16 años...
– En realidad, tengo 24 años... –sonó la voz de la joven –. Lo que pasa, es que aparento menos edad...
Ted frunció el ceño y giró la cabeza para mirar a la chica, encontrándose con un cañón apuntándole. Ni él ni Angus, que en esos momentos les daba la espalda mientras ponía del derecho sus pantalones para ponérselos, se habían percatado de que la joven había introducido disimuladamente una de sus manos debajo del almohadón y había sacado una pistola de dardos tranquilizantes que en todo momento había estado allí sin que ninguno se diera cuenta.
Ted trató de ponerse en píe a toda prisa, pero el arma vomitó un dardo que se clavó en su cuello. Angus se percató y se giró bruscamente, pero fue alcanzado por otro dardo antes de que pudiera reaccionar. La chica manejaba el arma con una agilidad y una puntería tremendas, como si de una profesional se tratara.
El narcótico actuó rápido y los dos hombres se desplomaron al instante. Antes de perder el conocimiento, Ted miró a la cama y lo último que pudo ver fue a la chica sentada en la cama, todavía desnuda y empapada en su semen, mirándole con una maliciosa sonrisa mientras fingía que soplaba el imaginario humo del cañón de su arma.

A la mañana siguiente, la policía, alertada por una llamada anónima, irrumpió en la casa y encontró a Ted y a Angus atados y amordazados en el suelo de aquel dormitorio. Los dos seguían desnudos y con los pasamontañas puestos. Su ropa había desaparecido, al igual que sus bolsas con todo lo que habían robado.
Cubiertos con unas mantas, los dos ladrones fueron sacados de la casa esposados y conducidos a uno de los coches patrulla ante la mirada de los vecinos y de los dueños de la casa, quienes acababan de regresar. Ted los miró, primero se fijó en el matrimonio, luego en los hijos pequeños – dos gemelos, chico y chica, de 10 años –y, después, en la hija mayor, una preciosidad rubia de 15 años que vestía con una falda blanca, una blusa rosa y llevaba sus dorados cabellos recogidos en dos coletas. Sin embargo, no su rostro era completamente diferente al de la chica que habían encontrado en el dormitorio.
“¡Maldita puta! –pensó mientras se maldecía para sus adentros.
Los dos fueron introducidos en el asiento de atrás del coche patrulla y uno de los policías, el que estaba al mando, se acercó al vehículo para hablar con ellos.
– Os espera una buena temporada a la sombra, muchachos –dijo sarcástico –. A menos que colaboréis y nos ayudéis a encontrar a vuestro socio traidor y recuperar los objetos robados.
Ted quiso decirle la verdad, pero sabía que nadie iba a creer esa historia. El policía, mientras, se inclinó para hablarles de una forma mas confidencial.
– No se que cerdada habréis hecho ahí arriba, pero me aseguraré de que se sepa en la cárcel; veréis que recibimiento os dan vuestros futuros compañeros.
Tras decir esto, volvió a incorporarse y dio unos golpes en el techo. El vehículo se puso en marcha y se alejó de la casa. En el asinto trasero, Angus giró la cabeza hacia Ted y lo fulminó con la mirada.
– Todo es por tu culpa, gilipollas –dijo en voz baja.
Ted no respondió y se limitó a quedarse completamente quieto con la mirada fija al frente. Sabía que su socio tenía razón.

Muy lejos de allí, en una carretera bastante solitaria, un coche se alejaba de la ciudad. Dentro de él iba aquella chica, aunque ya parecía menos una adolescente. Vestía con una camiseta nlanca sin mangas y unos ajustado vaqueros, llevaba puestas unas gafas de sol y sus rubios cabellos estaban sueltos. En el maletero llevaba las dos bolsas de viaje negras y en la guantera guardaba su pistola de dardos tranquilizantes y la pistola de Ted.
Mientras conducía, se encendió un cigarrillo y, tras dar una calada, sonrió de manera maliciosa. Pisó mas fuerte el acelarador y el coche se perdió en el paisaje por el que serpenteaba la carretera.




FIN