Sonia era odiosa. Desde que llegó al instituto no paraba
de hacerle la vida imposible a Elena. También se metía con otros, pero parecía
tenerla tomada con ella especialmente.
Lo peor es que no se podía hacer nada contra esa chica.
Para los padres y los profesores era una alumna modelo que
venía de buena familia, sacaba buenas notas y participaba en las actividades
extraescolares. No veían el mal que había en ella ni como disfrutaba haciendo
daño a los más débiles.
Luego tenía a los chicos engatusados y estos hacían todo
lo que ella quería como esclavos sumisos con la esperanza de poder tirársela
algún día y cada vez mas chicas la admiraban y se unían a su grupo de amigas,
el cual parecía más un ejército que controlaba el instituto como si de un
estado totalitario se tratara.
Por suerte, Elena acababa de comenzar su último año de
instituto y ya no volvería a verla cuando se fuera a la universidad. Pero
todavía le quedaba un curso entero aguantándola, el cual no se presentaba nada
agradable.
Aunque, lo peor estaba por llegar.
Todo comenzó cuando las dos fueron elegidas para
organizar la fiesta de Halloween. Desde hacía varios años, cada 31 de octubre
el instituto celebraba una gran fiesta centrada en esa festividad y cada año
dos chicas eran elegidas por sorteo para organizarla. Y ese año le tocó a
Sonia, que adoraba esa fiesta, y a ella, lo cual la iba a obligarla a pasar
mucho tiempo con su gran enemiga.
Los primeros días fueron terribles. Sonia se tomaba muy
en serio aquello y era muy dura con Elena cuando esta cometía algún fallo por
pequeño que fuera. Para Elena cada día era un infierno, y todavía le quedaban
dos semanas por delante aguantándola. Ya no podía soportarlo más, pero no podía
retirarse porque le bajarían la nota y no podía permitírselo.
Un día se reunió en la cafetería del instituto con su
habitual grupo de amigos, que lo formaban tres chicas y dos chicos, para
intentar buscar una solución. Uno de ellos vivía en el mismo vecindario que
Sonia y sabía cosas de ella.
Según les contó, Sonia era una gran creyente
en todo lo relacionado con los sucesos paranormales. Siempre estaba viendo
programas de Tv y leyendo libros y revistas relacionados con la parapsicología y
creía mucho en los fantasmas y espíritus; incluso se decía que organizaba
sesiones de ouija con sus amigas en el desván de su casa.
- No me extraña que le guste tanto Halloween –dijo
una de las chicas del grupo.
- Pues yo creía que era porque es una bruja –dijo
otra.
Elena, en cambio, escuchó atentamente lo que
su amigo contaba mientras en su cabeza trazaba un plan para vengarse de una vez
de Sonia.
Primero hicieron correr el rumor de que en el sótano de la
casa de Elena se produjeron unos asesinatos sin resolver muchos años atrás
–mucho antes de que su familia se trasladara allí –y, desde entonces, se
escuchan misteriosos ruidos que salen de ese mismo sótano; rumores que se
asegurarían de que llegaran a oídos de Sonia. Cuando esto ocurriera, Elena la citaría
en su casa con el pretesto de hablar de la fiesta. Antes, dejaría la puerta
trasera abierta, la cual daba directamente al sótano, para que, cuando la
tuviese distraída, entraran sus amigos y, tras apagar las luces, le montaran un
espectáculo con disfraces y efectos especiales del taller de teatro que jamás
iba a olvidar.
Lo tenían todo planeado.
Una noche en la que sus padres estarían fuera y no
regresarían hasta tarde fue la elegida. Elena llamó a Sonia por teléfono y la
citó en su casa. Dejó la puerta de atrás abierta y, cuando Sonia llegó, la hizo
bajar al sótano para enseñarle algo novedoso que había hecho para la fiesta.
Entonces empezaron los problemas.
Elena recibió un mensaje en su móvil de una de sus amigas
diciéndole que les había surgido un imprevisto e iban a tardar en llegar con el
material, por lo que tenía que convencer a Sonia para que se quedara más
tiempo. Lo único que se le ocurrió fue decirle que aún no le habían traído esa
cosa tan importante que tenía que enseñarle y le pidió que esperara un poco más.
Entonces, Sonia sonrió de una forma maliciosa y la miró
fijamente de una manera que hizo que a Elena se le pusiera la carne de gallina.
- Deja de mentir, tontuela –dijo –. Sé muy bien para que
me has traído aquí...
Elena se estremeció. Estaba tan muerta de miedo que no se
atrevió a mover un solo músculo del cuerpo. Si Sonia había descubierto sus
planes estaba perdida. Aquella chica era más alta y más fuerte que ella.
Encima, era atlética y practicaba kickboxing, por lo que tenía todas las de
perder si le daba por empezar una pelea.
Se le acercó unos pasos hasta colocarse frente a ella y
alzó una de sus firmes manos. Elena cerró con fuerza los ojos y se preparó para
recibir el primer golpe. Sin embargo, en lugar de un puñetazo o una bofetada,
lo que sintió fue la yema de los dedos de ella acariciando tiernamente una de
sus mejillas.
- Al principio no lo creía –continuó Sonia –pero ¿para
qué tanta insistencia en que viniera y ahora que me queda una noche que estás
sola en casa…?
Perpleja, Elena abrió los ojos y miró a Sonia, que seguía
sonriendo. Su sonrisa seguía teniendo un tono malicioso, pero se había vuelto
más cálida y sexy.
Elena no entendía nada. Entonces, Sonia la agarró del
mentón.
- No creía que a ti también te fuera este rollo, pero me
alegro mucho de equivocarme… -dijo antes de besarla apasionadamente en los
labios.
Elena no podía creerse lo que estaba sucediendo; por unos
momentos creyó que estaba soñando. Pero lo que más le sorprendió es que ese beso
no le producía asco ni repugnancia ni ninguna otra sensación desagradable; al
contrario, le estaba gustando y, además, excitando.
Cuando terminó de besarla, Sonia se la quedó mirando
fijamente con su sonrisa y Elena le devolvió la mirada. Por primera vez, empezó
a mirar de forma diferente a esa chica de bello rostro, penetrantes ojos verdes
y largos cabellos tan negros como la noche. Por un momento deseó que la besara
otra vez.
No obstante, rápidamente quiso apartar esos pensamientos
de su cabeza. Esa chica seguía siendo su enemiga, la misma que le había estado amargando
la existencia, y quería vengarse de ella. Sin embargo, pronto otros
pensamientos empezaron a entremezclarse en su cabeza; pensamientos más sucios y
calenturientos que hicieron que un sudor frío empezara a recorrer su cuerpo y a
sentirse muy húmeda entre las piernas.
Retrocedió unos pasos alejándose, pero su espalda dio con
la pared y Sonia pronto la arrinconó.
- No te hagas la tímida ahora... –dijo con tono
provocativo mientras acariciaba sus rojizos y amelenados cabellos –no voy a
comerte; a menos que tú quieras, claro...
Elena quiso quitársela de encima de un empujón, pero no pudo.
No porque sus débiles brazos no hubieran podido a penas moverla unos
centímetros, sino porque algo dentro de ella la impedía moverse.
Sonia volvió a besarla y después pasó sus labios por su
cuello mientras sus manos acariciaban su cuerpo alcanzando sus puntos más
sensibles. Elena, cada vez mas excitada, ya no podía resistirse más. Deseaba
poseer a esa chica tanto como esa chica la deseaba a ella. Sus defensas cayeron
como fichas de dominó y se entregó por completo a su enemiga.
Estuvieron un pequeño rato jugueteando las dos, con sus
cuerpos muy juntos y sus manos y sus bocas entrelazadas. Finalmente, Sonia
empezó a hablar.
- Este sótano parece muy incómodo. Qué tal si subimos a
tu cuarto...
Elena asintió ansiosa. Le dijo que subiera ella primero y
la esperara allí, ya que tenía que hacer antes una cosa.
- No tardes mucho... –dijo Sonia guiñándole un ojo
mientras subía las escaleras para dirigirse al dormitorio de Elena, el cual
sabía muy bien donde se encontraba, ya que había estado allí las otras veces que
había ido a esa casa por los preparativos de la fiesta.
Una vez sola, Elena corrió hacia la puerta trasera.
Aliviada, comprobó que sus amigos aún no habían llegado y la cerró rápidamente.
Era la señal de abortar. Cuando sus amigos vieran que la puerta no estaba
abierta, sabrían que la misión se había ido al garete y se largarían de allí.
Después apagó su móvil, por si alguno de sus amigos trataba de contactar con
ella para saber que ha pasado, y, ansiosa, empezó a correr escaleras arriba.
Al llegar a su cuarto se sorprendió antelo que vio.
Sonia se encontraba tumbada de lado sobre su cama completamente desnuda en una posición muy
provocativa. Elena se quedó boquiabierta. Vestida, aquella chica era una
preciosidad, pero desnuda, era una auténtica diosa.
- Yo ya estoy preparada -dijo Sonia con voz seductora
mientras la miraba ardientemente con sonrisa felina –, ahora te toca a ti...
Captando en seguida el mensaje, Elena se quitó la blusa
naranja y los vaqueros que llevaba puestos. Luego se quitó el sujetador, dejando
a la vista sus pechos, más pequeños que los de Sonia, pero muy hermosos y
jugosos; de hecho, Sonia los devoraba con la mirada.
Cuando se quitó las bragas y se quedó completamente
desnuda, Sonia le indicó que se acercara. Elena obedeció y se acercó a la cama,
sentándose en el borde. Sonia se incorporó y se sentó junto a ella mirándola
fijamente.
- Que bonita eres. Me fijé en ti desde el primer día,
pero jamás pensé que llegaría a tenerte.
Elena le devolvió la mirada con un brillo en los ojos.
- ¿Por eso me has estado haciendo tanto daño...?
A Sonia no le gustó ese comentario, pero no dijo nada y
continuó manteniendo su sonrisa porque sabía que ella tenía razón. Desde el
primer momento, se sintió atraída por Elena. Sin embargo, nunca tuvo esperanzas
de que ella la correspondiera. Pensó que era la típica chica recatada que la
rechazaría sin dudarlo; encima con desprecio. Ya le había ocurrido con otras
chicas en su anterior colegio y esas experiencias la habían llevado a ser la
tiránica líder que era ahora. Sin embargo, no pudo acabar así con su
frustración, la cual descargó con Elena haciéndola sufrir constantemente.
Muy arrepentida, Sonia se maldijo en esos momentos por
haber estado tan equivocada y haberla juzgado mal.
- Lo sé, he sido una auténtica hija de puta -le dijo
mientras la acariciaba tiernamente -. Pero no te preocupes, te lo voy a
compensar… -empezó a darle pequeños besitos en el cuello, interrumpiéndose de
vez en cuando para hablar –. Ya no vas a volver a tenerme miedo… porque vas a
estar bajo mi protección… A partir de ahora voy a cuidar de ti… y vas a estar
muy mimada…
Finalmente, volvió a besarla larga y apasionadamente en
los labios y Elena le devolvió el beso, cayendo las dos sobre la cama fundidas
en un cálido abrazo lleno de sensuales caricias.
Sonia hizo que Elena se tumbara en la cama boca arriba y
ella se colocó encima. Continuó besándola un rato antes de empezar a pasar su
lengua por el suave y pecoso cuello de la chica pelirroja, quién gozaba con los
ojos cerrados, y poco a poco fue bajando hasta llegar a sus pechos, los cuales
devoró. Después, continuó recorriendo el cuerpo de la chica con su lengua, la
cual bajó por su vientre hasta llegar a su entrepierna. Sin dudarlo, agarró con
fuerzas sus muslos y los separó bien antes de sumerger la cabeza entre ambos.
Elena abrió mucho los ojos y la boca al sentir la lengua
de Sonia penetrar en ella, encontrando por experiencia sus puntos más
sensibles, y sus gemidos inundaron toda la habitación.
Sonia besó a Elena con su boca empapada en los fluidos de
la joven, quién estaba cada vez mas excitada, con sus muslos totalmente
empapados y su entrepierna convertida en un volcán. Sonia la dejó juguetear
todo lo que quiso con su cuello y sus grandes tetas antes de coger su cabeza,
agarrándola de su roja melena, y meterla entre sus piernas.
La lengua de Elena era más torpe que la suya y se notaba
que tenía menos experiencia, pero aún así hizo pasar a Sonia un buen rato.
Luego la hizo tumbarse en la cama otra vez boca arriba.
- Dejemos ya los aperitivos –dijo con una sonrisa
diabólica –. Empecemos con el plato fuerte...
Entonces, introdujo su mano libre entre las piernas de
Elena, quién volvió a gemir de placer cuando sintió aquellos firmes dedos
penetrándola. Primero fue solo el dedo índice, pero luego Sonia fue
introduciendo uno a uno los demás dedos. Elena empezó a revolverse, pero el
fuerte brazo de Sonia la mantenía pegada a la cama.
Finalmente, toda la mano de Sonia quedó dentro, haciendo
parecer su antebrazo un gran pene que penetraba a Elena, cuyos gemidos se
habían transformado en enormes alaridos mezcla de dolor y placer.
Exhausta, con su desnudo cuerpo completamente empapado en
sudor, su vagina muy abierta y la mirada fija en el techo, Elena se recuperaba
del momento que acababa de vivir, un momento para el que no se encontraba
preparada porque jamás había sentido algo igual; ni cuando perdió la virginidad
había sentido algo semejante. Sonia parecía una experta en dar placer y sus
manos parecían tener un toque mágico. Ya no sabía que pensar de ella, si seguir
viéndola como una arpía o como un ser maravilloso. Su cabeza estaba hecha un
lío, ni tan siquiera sabía si le gustaban las chicas o solamente le gustaba
Sonia. Lo único que tenía claro es que ahora le gustaba estar con ella.
En esos momentos, la chica que hasta esa noche había sido
su enemiga se encontraba tumbada de lado junto a ella, devorando con glotonería
los fluidos de su mano.
- No ha estado mal para ser tu primera vez con una chica
¿verdad...?
- ¿Como sabes que ha sido mi primera vez...? -preguntó
Elena entre jadeos.
- Se muy bien cuando estoy con una novata...
Elena giró la cabeza para mirarla con una amplia sonrisa.
- Ha sido maravilloso. Me encantaría repetirlo...
Entonces, casi de un salto, Sonia se colocó encima de
ella, mirándola de nuevo con su diabólica sonrisa.
- Pues esto solo acaba de comenzar. Aún me quedan muchas
más cosas que enseñarte...
Elena estaba ansiosa por repetir, pero pronto un temor se
colocó entre los calenturientos pensamientos de su cabeza.
- Espera -dijo-. Mis padres pueden volver en cualquier momento.
No me quiero ni imaginar lo que me harían si nos pillan en plena faena.
- Deberíamos hacerlo en mi casa. La puerta de mi
dormitorio tiene pestillo y a mi madre no le importa que cierre la puerta
cuando estoy con otra chica; ella no sospecha nada, ya sabes... –le guiñó un
ojo.
- No está mal. Pero no vamos a ir a tu casa a estas
horas.
Sonia miró hacia la puerta abierta del dormitorio, la
cual dejaba ver la puerta, también abierta, del cuarto de baño.
- Entonces, seguiremos en la ducha. Será más divertido
ahí.
Elena arqueó las cejas.
- ¿Hablas en serio...?
Sonia volvió a mirarla, esta vez con una sonrisa de
complicidad.
- Se nos hizo tarde con los preparativos de la fiesta y
me invitaste a quedarme a dormir. Decidimos darnos una ducha antes de ir a la
cama y preferimos ducharnos juntas para ahorrar agua. ¿Que te parece la
coartada...?
Elena sonrió entusiasmada.
- Me parece perfecta...
FIN