Ya le pareció demasiado
extraño cuando Paula se empeñó en vivir en aquella casa cerca del cementerio.
Nunca estuvo de acuerdo, pero Jon terminó por aceptar. La quería mucho y, tras
tres años de relación, se moría de ganas de vivir con ella; aunque fuera al
lado de un cementerio.
Pero aquello no era lo
peor. Estaban los misteriosos paseos nocturnos. Todas las noches, a la 1 de la madrugada, Paula se levantaba de la cama y salía de la casa, volviendo
horas después sucia de tierra y hierba y con algunos arañazos. Ella le decía
que era sonámbula y no quería hablar del tema. Pero él, aunque se hacía el
dormido, la observaba, y sus movimientos no parecían los de una sonámbula.
Ella se lo dejó claro
tajantemente.
- Seré sincera contigo
en todo lo que quieras, menos en esto. Es algo que me atañe solo a mí. Si no lo
aceptas, deberíamos romper.
A Jon no le quedó más
remedio que aceptar y dejó que ella saliera cada noche mientras él se quedaba
en la cama esperando preocupado.
Una noche decidió observarla
desde la ventana y, para su asombro, vio que se dirigía hacia el cementerio.
Esto fue ya suficiente para él. Ella seguía sin querer hablar del tema, pero él
iba a averiguar qué era lo que estaba pasando.
La noche que decidió
seguirla deseó no haberlo hecho. Escondido tras una gran lápida vio como Paula,
bajo la luz de la luna, se quedada parada en un pequeño montículo. En esos
momentos, varias tumbas se abrieron y, para su sorpresa, los muertos que las
ocupaban salieron de ellas y rodearon a la chica.
Estuvo a punto de
gritar e ir corriendo a ayudarla. Pero cambió de idea cuando, perplejo, vio
como su novia se quitaba el camisón y se quedaba completamente desnuda ante los
muertos. Luego, se tumbó sobre la hierba y, uno a uno, se fue follando a los muertos sin que pareciera que le desagradara todo aquello. Todo lo
contrario, parecía disfrutar mucho con eso; incluso más que cuando
hacía el amor con él.
Al día siguiente, furioso,
se lo contó todo a la cara. Creía que ella se iba a enfadar o iba a romper a llorar pero,
en lugar de eso, se mostró muy tranquila.
- Lo siento, cariño. Me gustaría dejarlos, pero es que los vivos no lográis saciarme del todo.
Jon no daba crédito a
lo que estaba oyendo. Más furioso que nunca, le dijo que lo iba a contar todo,
que hasta su familia iba a saber lo zorra que era y que iba a hacer que demolieran
el cementerio y que quemaran a todos esos muertos.
Paula, en cambio,
seguía muy tranquila.
- Lo siento, cariño. No
sabes lo que me duelo oír eso…
Entonces, de las
distintas puertas que daban a esa habitación, comenzaron a aparecer muertos
vivientes que, lentamente, caminaron hacia él. Intentó escapar, pero enseguida
se vio rodeado. Miró a Paula, que seguía tranquila mirándolo. Una maliciosa
sonrisa se dibujó en su rostro.
- Lo siento, cariño. Te
quiero mucho. Pero ya te dije que no cambiaría mis costumbres por ti…
Jon gritó y suplicó,
pero Paula continuó mirándole pasivamente mientras los zombies se abalanzaban
sobre él.
Esa misma noche, Paula
volvía a estar desnuda sobre la hierba cabalgando sobre un zombie mientras los
demás muertos vivientes esperaban su turno. Gozosa, miró hacia un zombificado
Jon, que observaba la escena justo al lado; las heridas de los mordiscos que
tenía por todo el cuerpo habían dejado de sangrar hace tiempo.
Ella sonrió maliciosamente.
- Tranquilo, cariño… –dijo
entre jadeos de placer –. Pronto llegará tu turno…
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