Sara entró en su apartamento. Era ya bastante tarde. Después de trabajar se
había ido con unas amigas, ya que dentro de unos días era su cumpleaños, y se
le había ido el santo al cielo. Por suerte, vivía sola y no había nadie que le
reprochase nada. Aún recordaba las broncas de su madre cuando llegaba del
colegio unos minutos después de lo previsto.
Se estaba empezando a desnudar para darse una ducha cuando el teléfono
sonó.
- ¿Diga?
- Sé que vives sola… –dijo una amenazadora voz masculina
al otro lado del aparato.
Sara tomó aquello como una broma y colgó. El teléfono volvió a sonar
inmediatamente y lo descolgó de nuevo.
- Vuelve a colgarme, zorra, y sabrás lo que es bueno.
- ¿Quieres que llame a la policía? –dijo ella desafiante.
Se oyeron unas carcajadas al otro lado del auricular.
- Como me gustan las chicas modernas que os sentís fuertes e
independientes viviendo solas. Luego, antes de morir, seguro que desearíais
haber tenido un hombre al lado que os protegiera…
Sara empezó a estar asustada, pero se mantuvo firme y desafiante.
- Mira, imbécil. He visto Scream muchas veces y me gustan las películas de
terror. Me conozco bien esta cantinela.
Se oyeron otras carcajadas.
- Si has visto Scream, sabrás entonces como terminará esto…
Sara sintió un escalofrío recorriendo su espalda. Sin despegarse el
inalámbrico de la oreja, corrió a cerrar la puerta del pestillo.
- Demasiado tarde. Eso ya no te salvará…
Entonces, la puerta de un armario se abrió de golpe y de ella salió un tipo
vestido con ropa militar negra y la cabeza cubierta con un pasamontañas que
portaba un enorme puñal. Sara gritó y le lanzó el teléfono, pero el tipo lo
esquivó y siguió avanzando hacia ella.
La chica trató de abrir la puerta para intentar huir, pero no le dio
tiempo. El tipo se dispuso a agarrarla, pero ella logró esquivarlo y trató de
huir por el interior del apartamento. Sin embargo, el individuo era rápido y pronto la
agarró, taponándole la boca con una de sus enguantadas manos para evitar que gritara.
- Que ironía –le susurró con la misma voz
que en el teléfono –. Prisionera en el mismo apartamento donde te sentías tan
segura…
La arrastró hacia el dormitorio y cerró la
puerta.
Entonces, se abrió la puerta del cuarto de
baño y de ella salieron los padres, los hermanos y las cuñadas de Sara. Todos
miraron hacia la puerta del dormitorio.
- Creo que nos hemos pasado –dijo el menor
de los hermanos.
- Es solo una broma –dijo el hermano mayor
–. Luego se vengará en nuestros cumpleaños.
El padre era quién parecía más serio.
- ¿Crees que era necesario todo esto?
- Ya sabes que cada vez es más difícil
sorprenderla –dijo la madre –. Además, a ver si con un susto como este se digna
a buscar novio y me obsequie con una buena boda de una vez, como han hecho sus
hermanos. Yo a su edad ya estaba casada.
- Ella eligió vivir así –replicó el padre.
- Los sé. Pero no me gusta que mi única
hija viva sola en un apartamento con lo peligroso que es. Nunca hace caso de
mis advertencias.
- Bueno –interrumpió el hermano mayor –.
Terminemos ya con esto. Ese actor cobra por horas y nos puede salir esto por un
pico.
Todos caminaron sigilosamente hacia el
dormitorio, se colocaron alrededor de la puerta y, cuando estuvieron
preparados, irrumpieron en la habitación dispuestos a gritar: ¡SORPRESA!
Pero la sorpresa se la llevaron ellos. El
tipo del pasamontañas yacía en la cama en medio de un enorme charco de sangre.
Sara se encontraba al píe de la cama completamente inmóvil y casi en estado de
shock. Estaba completamente empapada por la sangre del tipo y portaba unas
tijeras ensangrentadas en una mano.
Temblorosa, la chica se volvió hacia sus
familiares, que la miraban petrificados con los ojos y la boca muy abiertos.
- Ha intentado matarme –dijo ella con voz
temblorosa –. Menos mal que escondía estas tijeras bajo la almohada…
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